Miles de peregrinos llegan a estas tierras, en Boyacá, al norte de Colombia, para ofrecer, quizá, el mismo sacrificio de viajar y pedir el alivio en alguna calamidad de sus vidas. O simplemente, dar las gracias por los favores recibidos de parte de la Madre del Cielo.
En la plaza, justo en frente de la imponente iglesia convergen los viajeros que llegan de tierras lejanas, los grupos religiosos que entre danzas y cantos expresan sus agradecimientos y los comerciantes que hacen de la fe, un negocio y su forma de subsistir.
En este espacio donde se pueden adquirir, por unos cuantos pesos, la imagen de la virgen que ilumina en la oscuridad, el escapulario para bendecirlo, el rosario para la plegaria y las pulseras con pequeñas fotos del Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen del Carmen y el Divino Niño, entre otros.
Es el comercio de la religión, que en unos pocos metros mezclan padrenuestros y avemarías, con la foto del recuerdo con el caballo mexicano, el camello del oriente y el corazón de Chiquinquirá. Basílica de Chiquinquirá, el mercado de la fe, la gallina boyacense.
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