Serie de entregas de esta ruta tradicional de Cuzco en el Perú (Final)
El haber logrado llegar a todos los campamentos del Camino Inca es una valiosa hazaña para cualquier turista. Pero uno de los momentos más inolvidables es la ultima cena, que así como lo hizo Jesús con sus 12 apóstoles, nuestro equipo también tuvo ese espacio de reflexión y compañía final.
Wyñay Wayna fue el lugar donde acampamos una noche antes de llegar al Machu. Esta construcción tiene todas las comodidades, a diferencia de los lugares donde habíamos dormido los días anteriores. El complejo cuenta con baños, bar y un lugar de esparcimiento donde se puede compartir experiencias con otros caminantes, acompañados de una cerveza Cuzqueña o de un buen pisco sour.
La cena, a cargo del jefe de cocina y los porteadores, fue algo excepcional. Y hay quienes dicen que en estos lugares recónditos del planeta no hay espacio para un manjar.El menú incluía arroz chino, espaguetis, postre típico y hasta una caja de vino Casillero del Diablo para el brindis de la noche. En compensación por los buenos servicios por parte del equipo de apoyo hicimos una pequeña colecta y les dimos unos dólares a los porteadores. Gesto que agradecieron y recibieron con mucha nobleza. Como recuerdo de Colombia le obsequié al cocinero mi mejor camiseta alusiva a mi bello país, quien sin dudarlo se la puso inmediatamente. Finalmente, entre todos acabamos el vino y nos fuimos a descansar, pues la partida para Machu Picchu estaba programada para las 5:00 a.m.
Así como sucede en época de Semana Santa en Colombia, que todos los días llueve, esa última noche no fue la excepción. Es como si la montaña estuviera presintiendo la llegada de más turistas por sus faldas. Tuvimos que levantarnos en medio de un torrencial aguacero, tomar el desayuno húmedo y partir.
Todo el camino estuvo pasado por agua, hasta cerca de las 9:00 a.m., hora en la que llegamos a la Puerta del Sol, el lugar que le avisa a los caminantes que ya están en la cuidad sagrada de los Incas.
Pero como si fuera una premonición y como si la montaña hubiera identificado mi gran obsesión por ver el Machu, lo que siempre se ha considerado como la primera vista de estas ruinas, para nosotros no fue posible, pues esta antesala estaba completamente nublada, a pesar de los casi 30 minutos que estuvimos esperando a que se despejara. Tuvimos que reanudar la caminata y dejar la emoción para cuando estuviéramos frente a frente con las ruinas.
Seguimos caminando con la desilusión en el rostro. Pero, sin pensarlo y de un momento a otro, Machu Picchu apareció frente a nosotros. Ese momento es inigualable. Es como si un poder sublime de la naturaleza invadiera cada gota de sangre del cuerpo. Lo primero que vino a mi mente fui un sentimiento de agradecimiento al Creador por permitirme estar en ese lugar. Mi espíritu recobró la energía que había perdido en los años anteriores. Ahora sí me sentí renovado por la Pacha Mama.
Todo valió la pena, valió la pena el sacrificio de alejarme de mis seres queridos, el cohibirme de algunas comodidades, las largas jornadas de camino, el frío, la lluvia, las pequeñas rumbas en la montaña, todo.
Ahora sí entiendo el poder que sintió Ernesto el “Che” Guevara cuando estuvo en este mismo lugar y que relata en sus “Notas de viaje”. En el que se dio cuenta de la fuerza de un pueblo para levantar una ciudad como Machu Picchu, y el trabajo que llevó construirla en medio de las montañas. Pero como una ironía identificada por el Che, no sabía porqué un pueblo no tenía fuerza para salir adelante y buscar la igualdad de sus habitantes. ¿Machu Picchu será el motivo que ha estado guardado por muchos años para que los pueblos latinoamericanos busquen el progreso? ¿Será que el descubrimiento de esta cima vieja, como se conoce históricamente, por parte del estadounidense Hiram Binghamen en 1911 fue el primer paso para ejemplarizar la fuerza de un pueblo? ¿Quizá el nombramiento de Machu Picchu como nueva maravilla del mundo, el pasado 7 de julio de 2007, es un llamado latinoamericano para salir en busca del progreso?
Todas estas incógnitas aparecen en segundos, cuando se está frente a estas majestuosas ruinas. Incógnitas como la de que la montaña solo me dejó traer en mi cámara una sola imagen del Machu. Incógnita como la de no poder subir por problemas climáticos al Wayna Picchu o la "montaña joven", en quechua, ubicada justo frente a Machu Picchu ¿Incógnitas o descuidos?Lo cierto es que así como Machu Picchu llego a mi vida sin pensarlo, nunca saldrá de mi mente. Esta ciudad vieja de los incas, la experiencia del recorrido por el camino de piedra de 39 km., junto con las aventuras con mis compañeros de viaje hicieron que mi cuerpo y mi alma hayan sido renovadas por la Pacha Mama.
Machu Picchu, siempre estarás en mi espíritu.
Serie de entregas de esta ruta tradicional de Cuzco en el Perú (Final)
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