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05 noviembre 2008

Cartagena sin tiempo

Cartagena sin tiempo obliga la visita solo al sueño que emana de sus murallas. Cartagena sin tiempo significa limitarse a transportarse por el Caribe en un segundo y buscar un deseo en esta tierra mágica. Cartagena sin tiempo significa andar solo por un sendero de sus calles empedradas y dedicarse con prisa a absorber la energía que dejaron los ancestros para recargar la vida.

En el lenguaje actual, Cartagena sin tiempo es vivir con el afán de cumplir con la labor asignada y agilizar el paso para estar al día con las responsabilidades. Es dejar solo unos segundos después de una ardua jornada académica, enmarcada por la creatividad y el aire acondicionado. 

Cartagena sin tiempo significa robarle un espacio a la rutina de los negocios para incrustarse en una realidad momentánea, una realidad mágica que mezcla la brisa del Caribe con el ambiente de una generación marcada por las ansias de libertad.

Aunque es muy triste no poder aprovechar los viajes relámpagos a la Cuidad Amurallada, lo mejor de estas oportunidades es dedicarse de lleno en cada momento para estar en contacto con sus calles, su gente y sus monumentos.

Lo que tiene hoy Cartagena es que es una mezcla entre el rebusque, los negocios, la magia y el turismo. De esos cuatro conceptos, los que más me apasionan son los dos últimos, pues permiten conocer cada rincón de esta hermosa ciudad y conjugarlos con el romanticismo que emana de sus balcones.

El turismo es una novedosa forma de ver las cosas, el que yo practico es el descomplicado, el que no tiene agenda ni itinerarios. El que te permite, con mochila al hombro y cámara, recorrer palmo a palmo las murallas y salir a caminar en una noche cartagenera lugares inhóspitos y ocultos.

Esta forma de viajar brinda la posibilidad de sentarse en una plaza de Cartagena a ver la ciudad pasar y pasar, como lo dice Piero. A ver desde un costado escenas maravillosas que se repiten en cualquier ciudad de América Latina. Escenas como la de las ventas de  artesanías, en las que una mujer de contextura delgada, trajinada por los años y en el que su rostro se denotan las huellas que deja el sol cuando le golpean ofrece a un buen precio su trabajo.

Otras escenas como la de los enamorados que sentados en una banca de la plaza se besan y se abrazan jurándose se amor eterno. O las de un grupo de jóvenes que sentados en cualquier parte y que al son de un vallenato y unas cuantas cervezas cuentan historias y programan sus vidas para que les alcancen para vivirlas en una sola noche en Cartagena.

Pero quizá el más reconocido es estos momentos es el del rebusque, en el que se ubican los vendedores de comida rápida, que para mi caso cartagenero son los que ofrecen perros calientes y comida tradicional de la costa, diagonal a la Plaza de Santo Domingo. Estos son alimentos que por unos pocos pesos deleitan a los transeúntes y principalmente a los extranjeros, que se pasan por estas tierras para conocer lo más diverso y autóctono de su cultura.

El final pero quizá el más reconocido momento del recorrido son las construcciones legendarias que siempre están detrás de cada uno de estos espacios. Estos monumentos levantados no solo con arena y agua, sino con el sudor y el sacrificio de los esclavos son testigos del paso de la vida de cada uno de estos personajes, sin importar que sean grandes, chicos, mulatos y turistas que recorren el mundo.

Esta es Cartagena sin tiempo, espero que la próxima vez sí tenga tiempo. 


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