¡¡¡Sí es de sal!!! Puesto que fue construida en una mina de este producto que no solo le da sabor a los alimentos, sino también a la vida de los hombres.
La llegada a la “Catedral de sal”, como es reconocida por los turistas y habitantes de la región, comienza en un camino empedrado y enmarcado por una gran cruz que se encuentra en la entrada de la ruta.
Desde ese momento, según las indicaciones de los guías que traducen el encanto de este natural rincón espiritual al francés e inglés, se da inicio a una aventura bajo tierra que dura unos 120 minutos
Pero el momento no es solo un paseo, sino que se convierte en una reflexión, pues lo primero que se observa es el “vía crucis”, una emulación de los pasos que recorrió Jesús camino al calvario. Cada estación tiene su particularidad, una cruz de sal, una historia y un mensaje.
Luego, después de varios pasos hacia el corazón de la montaña aparece imponente la nave central de la catedral, en la que una cruz gigante con destellos de luz transmite la solemnidad y majestuosidad del recinto sagrado, escoltada por la sagrada familia, el pesebre en el que nació Jesús y ángeles y arcángeles, entre otros.
El final del recorrido se caracteriza por que todos los fieles o visitantes reafirman su intención de volver, junto con una acción de gracias y, quizá, un listado de peticiones al Creador. Allí, aparece “El minero”, principal símbolo de este territorio, que encarna la laboriosidad, pujanza y firmeza de los zipaquireños.
Esta es solo una pequeña muestra de lo que es la fe subterránea, solo queda la tarea de que cada persona que visita
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