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05 junio 2008

La ruta del inca, inicio del sueño

www.alejandroguzman.net

Serie de entregas de esta ruta tradicional de Cuzco en el Perú (Especial Nº8)

La preparación para el Camino Inca comenzó con las recomendaciones de las ecuatorianas, quienes nos regalaron unas barras de cereal, agua y repelente, elementos que al final no necesitamos. Como fue tanta la expectativa y la precaución que se sembró en nosotros con este viaje, Marten y yo fuimos de shopping para estar bien equipados en el camino.

La lista de compras incluía agua, Gatorade, dulces, dulces de coca, maní y la infaltable leche condensada. El total: más de 60 soles cada uno. Esa compra la tomé como si fuera la que en ese mismo tiempo hago con mi Madre para la cena de fin de año, pues ese era el último día del 2006.

Luego vino la preparación del morral, debido a que era necesario dejar algunas cosas en el hostal. Con todo el equipo de viaje listo, la siguiente actividad era disfrutar a plenitud el Año Nuevo en Cuzco. Y así fue, con el grupo de amigos de todo el mundo fuimos a cenar a uno de los mejores restaurantes. Lomo saltado fue mi elección para esa noche y el brindis se hizo con un coctail de pizco sour, que anunciaba el inicio de la jornada para despedir el año.

Después de la cena, nos unimos a los planes de todos los extranjeros, recibir el año nuevo en la plaza de armas. Nos equipamos con dos botellas de cerveza Cuzqueña de litro cada uno y un par de gafas fluorescentes del 2007. Así esperamos el conteo final. Estuvimos casi hasta el amanecer. Yo llegué a las 4:00 a.m. al hostal Resbalosa y en esa ocasión sí sentí el verdadero esfuerzo de subir todos esos escalones. Marten no llegó.

Desafortunadamente, como mi objetivo del viaje era llegar hasta Machu Picchu, tuve que adelantarme a una decisión radical, si mi compañero de viaje no llegaba tendría que salir solo. El mensaje era claro, no iba a perder la inversión, ni tampoco frenar mis intensiones, después de hacer todos estos esfuerzos para llegar hasta esta tierra sagrada.

Al filo de las 6:00 a.m., cuando me preparaba para salir a mi encuentro con el destino, Marten llegó, y no en un muy estado. En Colombia este síntoma se llama guayabo. En eso recordé los momentos en los que también fui protagonista de esas escenas tan bochornosas. Ahora tenía que hacer la función de adulto, pues mi amigo holandés a sus 23 años tenía otras expectativas y yo, a los 32 contaba con una visión muy diferente.

A los pocos minutos llegó nuestro transporte. Era un bus internacional, ya que llevaba a bordo pasajeros de varias partes del mundo: argentinos, ingleses, americanos, brasileros, peruanos, holandeses y, claro, colombianos.

Como era de esperarse, Marten sufrió el efecto de la resaca y tuvo que encontrarse mucho antes con la Madre Tierra. Llegó hasta el punto de ser un poco flexible con sus principios, en su país natal estudia medicina y, por su puesto, no se atreve a tomar medicamentos si fórmula. Le aconsejé que tomara un Alka Seltzer o su similar en esas tierras. Al comienzo se negaba a acceder a esta petición, pero después de varias “maluqueras” se decidió. En eso tuve que recorrer varias cuadras de Ollantaytambo, la provincia donde nos encontrábamos, para conseguir las benditas sales.

Al cabo de un tiempo, y después de la “bomba”, recuperamos a Marten e hizo la firme promesa de actuar con responsabilidad ante ciertos compromisos. Todo esto porque el malestar que sufrió casi lo obliga a abandonar el tour. Es aquí donde aparece Rony Camasa, el guía turístico y encargado de llevar al grupo a cumplir los sueños del encuentro con el Machu. La pregunta fue directa y en inglés: “Se siente capaz de continuar, pues no me voy a arriesgar a llevarlo en ese estado”. La respuesta también fue contundente: “Yes, no problem. Sorry”.

Después de unas dos horas de viaje llegamos al km. 82, lugar donde inicia la caminata y que se encuentra a 2.600 metros sobre el nivel del mar. Como estar en Bogota, solo que más cerca de las estrellas.

Eran alrededor de las 10:00 a.m. del primer día de recorrido, en ese momento Rony reunió todo el grupo y, después de las presentaciones de rigor, entregó las indicaciones de la caminata: primer día, 6 km.; segundo, 12 km.; tercero, 11 km., y cuarto, 6 km. Luego, y asombrados del reto que nos esperaba, tuvimos que almorzar a las 11:00 a.m.

El grupo nuestro era pequeño, estaba conformado por 10 turistas, dos guías, seis porteadores y un cocinero. Además, era multidisciplinario, pasaba desde ingenieros, estudiantes de medicina, pescadores, comunicadores, diseñadores, hasta profesores.

Todas las personas de la organización del viaje conocen sus funciones, todo está milimétricamente organizado. La comida, las carpas, las responsabilidades. Así debería ser en Colombia, pues el desarrollo turístico nacional presenta grandes fallas y eso es lo que hace que ese sector pierda grandes oportunidades como destino atractivo internacional.

Serie de entregas de esta ruta tradicional de Cuzco en el Perú (Especial Nº8)

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